¡Hola a todos! ¿Qué tal? A las 3:27 de la noche del 21 de mayo el Sol salió de Tauro para entrar en el signo de Géminis, el gran «comunicador» del Zodíaco. Es el «tercer paso» de la rueda zodiacal, que empezó a finales de marzo con Aries (primer signo de fuego) y Tauro (primer signo de tierra). Con Géminis, el aire también entra en escena, el elemento de las ideas, la mentalidad, la comunicación y la relación. Y me gustaría comenzar este post centrándome en la enseñanza que Géminis aporta a todo el Zodíaco, partiendo de la hermosa imagen abstracta de Michael Meyer, que transmite perfectamente la idea. En el fondo tenemos el verde, un color normalmente asociado con la ‘Tierra’ (la ‘materia’) ordenado en cuadrados.
Para contener esta «materia», dos rectángulos que evidentemente marcan lo Alto y lo Bajo («Como en el Cielo, así en la Tierra»). Si cuentas los cuadrados que componen estos dos rectángulos, encontrarás que son 6 en la parte superior y 6 en la parte inferior, para un total de 12. Y aquí se abre un interesante paréntesis: la «base 12» parece ser la constante natural por excelencia de la realidad. Doce meses, doce signos del zodiaco, 12 semitonos en la escala musical, doce apóstoles, doce caballeros de la Mesa Redonda y doce pruebas de Hércules. El Doce parece ser el número en el que se divide la realidad, hasta el punto de que se necesitan «doce doceavas partes» para componer un todo. Y tal vez por eso el 13 es tan aterrador: porque presenta el número 1 de un nuevo ciclo. Una especie de «apóstrofe», una coma evolutiva que transforma el círculo en una espiral elevándolo hacia un círculo superior.
Pero volvamos a la imagen que tan bien explica el alma de Géminis. Dos triángulos, uno blanco y otro negro, uno apuntando hacia arriba, el otro hacia abajo. Es la descomposición de la materia en los dos polos opuestos: positivo y negativo, masculino y femenino, Yin y Yang. Porque nuestro plano de realidad está marcado por el principio de dualidad: cada elemento contiene y define su opuesto. Y la vocación de Géminis es precisamente esta: reunificar la doble división de la realidad. Parece una definición enrevesada, pero detrás de ella hay una verdad simple: en su movimiento continuo, Géminis acorta las instancias entre los extremos opuestos, poniéndolos así en comunicación.
Son mil los ejemplos que nos ofrece la vida cotidiana del «movimiento» que surge precisamente de la existencia de polos extremos. Desde los vasos comunicantes, hasta el funcionamiento de la corriente eléctrica y las baterías, pero también sigo alternando el día y la noche, la luz y la sombra, de la manifestación y la no manifestación. Por supuesto, la primera de estas dualidades captadas por Géminis es entre él y el resto del mundo, entre el que está «dentro» y que está «fuera», y por esta razón capta y absorbe datos e información de la realidad circundante, los reelabora y lo «envía» hacia el exterior.
Después de todo, la naturaleza también confirma este «rol»: el «Mes de Géminis» comienza a fines de mayo y dura las primeras tres semanas de junio. Es el mes del viento (son un signo de aire) que mueve los pólenes, ayudándoles a difundir la información genética que contienen. Si no fuera por el viento que los lleva lejos, la reproducción de la naturaleza se ralentizaría y limitaría en el espacio. Gracias al viento y a Géminis, el polen que se forma «aquí» es capaz de llegar a muchos kilómetros de distancia.(contínua…)