(del 5 de abril al 2 de mayo)
¡Hola a todos! ¿Qué tal? El otro día (el 5 de abril) Venus salió de Acuario para ingresar a Piscis, donde permanecerá hasta el próximo 2 de mayo. Cruzando el signo de Piscis, Venus recorre el último tramo del Zodíaco y cierra un ciclo que comenzó el 21 de marzo del año pasado. Venus, como todos saben, es el planeta del amor, pero en realidad tiene un ministerio mucho más amplio porque vela por la armonía, la unidad y toda forma de «acuerdo». Empezando, por supuesto, precisamente por las relaciones afectivas.
Deja un signo de Aire (mental y más abstracto) para entrar en un signo de Agua (elemento de las emociones) donde estás más “a gusto”. De hecho, en Piscis puede expresar mejor esa ternura, ese espíritu acogedor y esa apertura al otro que representan la verdadera esencia de Venus. Entrando en Piscis, el planeta del amor entra en “la casa de Neptuno” (regente de Piscis), el planeta de la espiritualidad y de las más profundas inspiraciones. Neptuno es como el Santo Grial. Es ese símbolo en nombre del cual el hombre mira al cielo en busca de respuestas «más altas», menos materiales, a sus propias preguntas.
Al mismo tiempo, sin embargo, Neptuno es también el planeta de la confusión, porque cualquier búsqueda de elevación implica siempre un cierto riesgo de perder el contacto con la realidad. Como decía, estamos en el reino del Agua (elemento de las emociones) donde los objetos notoriamente parecen más grandes y más cercanos de lo que realmente son. Estamos en las aguas abiertas de una emotividad -la de Piscis- en constante movimiento, cuyas olas pueden alejarnos de la costa de lo concreto. Donde las sirenas encantan a los marineros arriesgándose a hacerlos perder el rumbo. Asimismo, Neptuno despierta un sentido muy fuerte de elevación espiritual en el que, sin embargo, a veces corremos el riesgo de perdernos.
Toda esta premisa para decir que Venus en Piscis ciertamente despierta el lado más espiritual e idealista del amor (Neptuno que eleva), pero se corre el riesgo de que un amor tan idealizado no sea igualado en la realidad (Neptuno que confunde). Despierta una mayor empatía hacia el otro, una sensibilidad más aguda hacia los problemas de los demás, un sentido de amor universal, aspectos todos ellos en sí mismos saludables y ennoblecedores (Neptuno que eleva). Al mismo tiempo, de todos modos, corre el riesgo de hacer que ciertas rutinas que son parte de la vida parezcan casi «asfixiantes» (como un pez fuera del agua), porque sirven para poner puntos firmes (otra vez Neptuno que confunde). O bien, se corre el riesgo de buscar una perfección en el amor que no se refleje en la realidad porque, cada uno a su manera, también todos estamos hechos de defectos y asperezas…