La saga de Harry Potter está llena de símbolos astrológicos. Leído desde este punto de vista, muchos nudos y dinámicas de la saga adquieren nuevos significados, nos llevan a diferentes dimensiones. Y sobre todo, nos ofrecen confirmaciones continuas de que la saga de Rowling, además de ser una obra maestra de este género, es un hermoso viaje hacia el universo y el mito. Empezando por la relación entre Harry y Voldemort, enlace narrativo de toda la saga que, parece la representación en clave de fantasía de la dialéctica astrológica más importante y profunda: el choque entre el Sol y Plutón, es decir, el centro y la periferia más remota del sistema solar.
Para aquellos que se acercan por primera vez a un léxico astro-lógico, debemos anteponer que cada planeta representa una cierta función fundamental de la psicología humana. En particular, el Sol, el centro del sistema, representa el núcleo radiante de la personalidad. Cada uno de nosotros está tan identificado con nuestro propio «Centro» astrológico que la posición del Sol en un determinado signo zodiacal se convierte en «nuestro» signo: «Soy» un Aries, o soy un Toro, y así sucesivamente. Hasta el punto que, en términos astrológicos, la vida es un «viaje» hacia el centro, hacia la afirmación de una identidad personal que permite que el Sol brille. Sol es por lo tanto, sinónimo de centro, esplendor, expresión y realización personal.
En el extremo opuesto del sistema, en las periferias más remotas, está Plutón, el más alejado del Sol, el más oscuro (o mejor: menos iluminado) y desconocido de todos los planetas. Plutón que, en la representación planetaria de la conciencia, corresponde al instinto, al deseo del ego, a la sombra de Jung. Es como el combustible que se quema en la cámara de combustión de un tren a vapor. No es en sí mismo «movimiento», sino que es «motor». Para tener un movimiento proyectual, es necesario que la energía Plutónica sea refinada y pase a través del centro del Sol, la inteligencia de Mercurio, la capacidad de relación de Venus, el impulso expansivo de Júpiter, el sentido de la estructura de Saturno e incluso antes que todos estos planetas, a través del movimiento emocional de la Luna.