Es un ping-pong entre dos extremos. Por un lado, el sol en el centro dice «Yo soy». Por el otro, Plutón dice «yo deseo». Precisamente porque es energía bruta, Plutón debe ser dirigido hacia la dirección correcta. Es el «poder» de la persona en estado puro, el poder, como sinónimo de potencial que se expresa a través de la iluminación solar. Pero cuando «corrompe» se convierte en un deseo de poder, en un deseo de conquista. Cuando es reprimido o negado, se convierte en una obsesión. En última instancia, es ese profundo abismo que llamamos el inconsciente, del cual emergen los deseos y los impulsos. Es instinto, hambre, sed, deseo, es todo lo que nos mantiene apegados a la vida. Es la fuerza bruta de los elementos de la naturaleza, motor inmóvil, garante de un pequeño movimiento que puede convertirse en fuerza destructiva.
En esta perspectiva, Harry y Voldemort representan estos dos extremos, uno la centralidad luminosa y radiante del Sol, el otro el extremo oscuro y menos iluminado del poder del instinto de Plutón. Y toda la saga es un viaje desde el Centro a la Periferia, con Harry, libro por libro acercándose y superando el punto de inflexión de la adolescencia, la etapa de la vida en la que la pubertad nos muestra que también hay una parte «instintiva», un lado «oscuro» metafórico solo porque, hasta ese momento es completamente desconocido que, no puede ser simplemente ignorado, sino que debe ser comprendido, integrado y esclavizado a los objetivos del Sol y al planeamiento de la vida del viaje del héroe hacia sí mismo.
Pero también un viaje desde la Periferia al Centro: Voldemort al comienzo de la saga es una presencia debilitada, eliminada, exiliada. Durante trece años, Voldemort vaga por la Tierra en forma de alma moribunda (¡más lejos del Sol y del centro de él!) Menos que un fantasma, con una capa larga y una gran capucha. Se esconde en los bosques más recónditos de Albania, tomando posesión de cuerpos de animales que, sin embargo, perecen y mueren poco después de ser poseídos (porque es una «sombra» / periferia para aspirar cualquier forma de luz / centro). Diez años después finalmente logra controlar el cuerpo del joven profesor Raptor, profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras en Hogwarts y, a través de Raptor, Voldemort intenta robar la piedra filosofal, que resulta ser un poderoso símbolo de la alquimia capaz de atribuir la inmortalidad y conocimiento absoluto del «bien» y del «mal» (creando un puente entre «centro» y «periferia») y de trasmutar los metales «viles» en «oro», que, como siempre sucede, es el metal que corresponde al Sol, centro del sistema y gobernador de Leo, el signo de Harry.
Estas son las conclusiones a las que llegaríamos si quisiéramos considerar la distancia entre el centro y la periferia como una línea recta, como el radio de una circunferencia. Pero si no insistiéramos en querer considerar «lineal» una serie de magnitudes que, con toda probabilidad son «circulares» (como el tiempo, solo para nombrar uno) y, tomar los dos extremos de una línea uniéndolos en un círculo, se tocarían los extremos. Entonces Harry / Centro y Voldemort / Periferia ya no serían los dos «finales» de una pista, sino los dos lados de la misma moneda.